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Racismo en el fútbol: falta de medidas ensombrecen el ‘juego bonito’


 

Imagen de pikisuperstar en Freepik.

Por: Pilar Gacioppo


El 20 de enero, el fútbol europeo se vio sacudido por un nuevo escándalo desencadenado por las prácticas discriminatorias de sus aficionados, cuando en el partido entre AC Milan y Udinese, de la Serie A, el portero francés Mike Maignan, del Milan, se retiró del encuentro después de recibir insultos racistas por parte de la hinchada de Udinese, que gritaba desde la tribuna.


El revuelo fue mayor y algunas de las figuras más importantes del fútbol actual, como los delanteros Vinicius Jr. y Kylian Mbappé, mostraron su apoyo a Maignan, exigiendo una respuesta por parte de las instituciones del fútbol internacional ante estos repetidos hechos racistas.


"Estás muy lejos de estar solo Mike Maignan. Estamos todos contigo. Siguen los mismos problemas y aún NO hay solución. Mucho es mucho !!!!!!!!!!!! NO AL RACISMO", expresó Mbappé en su red social X (antes Twitter).


Un día después, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, repudió estos actos y aseguró que se reforzarían las medidas para evitar la repetición de estos incidentes, incluyendo la posibilidad de dar derrota inmediata al equipo cuyos hinchas cometan esta clase de agresiones.


Sin embargo, las declaraciones de Infantino aumentaron la discusión con respecto a la larga historia de racismo en este deporte, así como hasta qué punto las medidas sugeridas por el directivo podrían ponerle un fin, porque este caso dista de ser único.


Qué hay en este deporte que, aún con toda su capacidad de unificación entre culturas, también puede exacerbar un pensamiento tan hipernacionalista, al punto de rechazar completamente a un jugador de otra etnia o nacionalidad.

El año pasado, una serie de ataques verbales de hinchadas rivales hacia Vinicius Jr., jugador del Real Madrid, trajeron a la luz esta problemática en la Liga española. El 21 de mayo de 2023, el delantero recibió insultos racistas de la afición del Valencia, pero él ha sido víctima de estos ataques desde 2018, cuando llegó al fútbol español.


El delantero italiano Mario Balotelli, hijo de inmigrantes de Ghana, recibe desde el 2010 insultos racistas frecuentes de aficionados de equipos adversarios y no ha habido una solución para este caso.


Estos ataques hacia jugadores no se limitan solo a Europa. En enero, durante uno de los partidos de la Copa Asiática, Zion Suzuki, el portero japonés de origen ghaniano sufrió de insultos racistas en sus redes sociales después de la derrota del equipo ante Irak.


Ante esta universalidad y, hasta pareciera, atemporalidad del racismo y la xenofobia en el fútbol internacional, uno solo puede preguntarse qué hay en este deporte que, aún con toda su capacidad de unificación entre culturas, también puede exacerbar un pensamiento tan hipernacionalista, al punto de rechazar completamente a un jugador de otra etnia o nacionalidad.


El fútbol puede convertirse en una amenaza si sus miembros exacerban esa identidad y la llevan hasta un fanatismo tal que las hinchadas puedan llegar al extremo de las agresiones.

En un artículo publicado en 2017 en la revista Soccer and Society, titulado “Football: Spectacularly Insignificant or Unspectacularly Significant?”, Chris Stone afirma que el fútbol es una tradición que está oculta en capas de la sociedad de supuesta insignificancia, sólo para revelar un hilo conductor que da identidad compartida a una serie de individuos.


El fútbol aparenta ser solo un juego, pero en realidad es un creador de identidades en masa. Establece conexiones con un escudo, una bandera y una serie de íconos. Da un sentido de comunidad y, en consecuencia, genera un sentimiento de diferenciación con respecto a los “demás”, los que no integran este grupo, teoría que explica en parte el rechazo y las agresiones verbales hacia quien, en el fútbol, no pertenece al "grupo", es decir, hacia los jugadores del equipo rival.


Aunque debemos reconocer que el fútbol internacional ha sido una herramienta poderosa para la unificación e intercambio cultural y para crear sentimientos de solidaridad entre distintas identidades nacionales, también puede convertirse en una amenaza si sus miembros exacerban esa identidad y la llevan hasta un fanatismo tal que las hinchadas puedan llegar al extremo de las agresiones.


Y, si bien el factor de la psicología en masa es importante para entender la forma en que se mantienen el racismo y la xenofobia en el fútbol, no se puede ignorar el rol de los medios masivos no solo para minimizar, sino incluso para incentivar esta problemática.


Algunos de los ejemplos más recientes los vimos en el último Mundial de Fútbol que se jugó en Qatar, en 2022. La cobertura mediática que realizó la prensa occidental (especialmente anglófona) minimizó incidentes que podrían tomarse como irrespetuosos, como el momento cuando Mbappé se ríe profusamente después del penal fallido del inglés Harry Kane, pero, en cambio, criticó y condenó abiertamente actitudes o expresiones de equipos o hinchadas no europeas.


Los comentarios parciales de los medios masivos influyen para que los hinchas lleguen a los partidos con prejuicios que pueden desencadenar actitudes intolerantes o hechos o palabras ofensivas contra los jugadores de equipos rivales.

La selección de Brasil, que en toda Latinoamérica sabemos que tiene arraigada en su cultura futbolística una alegría característicamente suya, fue criticada por ciertos medios occidentales por sus bailes en partidos como una forma de celebración.


La hinchada de Marruecos, que tuvo la inesperada felicidad de que su equipo llegó por primera vez a semifinales al derrotar en el camino a algunos de los pesos pesados del campeonato, fue criticada por supuestas actitudes “antideportivas”, como el video viral de una niña pequeña burlándose de Cristiano Ronaldo, después de la victoria de su selección contra Portugal.


Tal vez un caso en donde se pudo ver particularmente este sesgo fue en el partido que enfrentó a Países Bajos contra Argentina. Previo al encuentro, el director técnico neerlandés, Louis Van Gaal, hizo una serie de declaraciones en las que minimizó la efectividad de la selección sudamericana y habló con seguridad de su victoria, las cuales no fueron cubiertas profusamente por la prensa occidental. Sin embargo, fueron las reacciones acaloradas del equipo argentino ante tales declaraciones las que llamaron la atención por los siguientes días, las cuales fueron calificadas de completamente “antideportivas” e “irrespetuosas” por la prensa europea.


Los comentarios parciales de los medios masivos influyen para que los hinchas lleguen a los partidos con prejuicios que pueden desencadenar actitudes intolerantes o hechos o palabras ofensivas contra los jugadores de equipos rivales.


De esta manera, se crea un círculo vicioso en el que el fútbol, por sus características, crea un efecto en masa y diferenciador de identidades entre grupos, los medios masivos lo acentúan con mensajes implícitos y explícitos, y las autoridades futbolísticas no hacen lo suficiente para detener expresiones de intolerancia y agresión, mientras que cada vez miles de aficionados su suman a estas diferentes "comunidades".


Lo que ha cambiado es la menor tolerancia hacia estos actos una vez que ocurren, más no la incidencia de los actos en sí, por lo que no son suficientes las medidas de respuesta si no hay medidas de prevención efectivas.

Muchos críticos coinciden en que el aumento de esta problemática también se debe a la inefectividad de las instituciones del deporte para enfrentarla. Las declaraciones de Infantino son importantes, pero son, finalmente, solo declaraciones.


En un artículo de 2021 para el journal Texas Law Review, Jerry Klaristenfeld resume la problemática de la FIFA en su enfoque excesivo en campañas antirracismo, sin poner medidas definitivas reglamentarias de prevención y castigo.


Si bien la concientización es parte de la solución, la realidad es que el elemento sistémico del racismo es el que permite su mantenimiento en impunidad. Cuando Infantino hace declaraciones de sus planes, el historial de la FIFA lleva a que, lejos de sentir confianza en su accionar, esto solo parezca como un intento de relaciones públicas de alivianar las consecuencias sociales sobre la FIFA.


No se pueden subestimar los avances que se han hecho en la lucha contra el racismo y la xenofobia. Hay un nivel de conciencia y apoyo hacia las víctimas que hubiese sido sorprendente incluso hace una década y la FIFA se ha visto obligada a actuar. Sin embargo, lo que ha cambiado es la menor tolerancia hacia estos actos una vez que ocurren, más no la incidencia de los actos en sí, por lo que no son suficientes las medidas de respuesta si no hay medidas de prevención efectivas.


El tiempo dirá hasta qué punto llegarán las estrategias de la FIFA y si su compromiso será serio o superficial. También es cierto que este es un mal social que va más allá del fútbol y que este solo lo usa como una proyección.


Para encontrar una solución, la cual ya se nos ha retrasado bastante, se debe erradicar el racismo de las estructuras del juego y de la mentalidad de sus participantes. Una tarea ardua, tal vez larga, pero una a la cual cada vez más jugadores e hinchas se unen para exigir el fin de una de las peores prácticas del “juego bonito”.


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