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Un alegato contra el olvido

Lenguas indígenas

 

Ilustración por: Abigail Moreno Esqueda

Por: Zósimo Hernández Ramírez

Ni anmech camouisquiya ica mexcatl, yece mojuanti amo inquicaquiseh, pampa inquiilcajtoque totlahtol. Les hablaría en náhuatl, pero ustedes no lo entenderán, porque han olvidado nuestro idioma”.


En este texto abordo de forma crítica el uso de los idiomas indígenas en México. Intento mostrar algunas deficiencias o graves problemas al respecto. Y destaco que, hasta para escribir, uno tiene que apegarse a los estándares establecidos por los castellanizadores.


En México, el reconocimiento de los idiomas indígenas como lenguas nacionales es reciente: en 2003 se aprobó la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, en la que se presentan algunas pretensiones como: “Es derecho de todo mexicano comunicarse en la lengua de la que sea hablante, sin restricciones en el ámbito público o privado, en forma oral o escrita, en todas sus actividades sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas y cualesquiera otras”[1].


Sin embargo, la ley no reconoce que surge gracias al combate que el Estado emprendió para eliminar los idiomas indígenas, so-pretexto de la importancia de la castellanización que México necesitaba para poder superar el lastre de la diversidad que se concibió para la consolidación del Estado mexicano.


De acuerdo con el censo 2020 del Inegi: el 6.1 % de la población habla una lengua indígena[2], sin contar a los que ya no pudieron ser contados porque han desaparecido o están invisibilizados.


Dentro de las estrategias estatales para homogeneizar el idioma (español), se encuentra la más invasiva y estructurada: la educación pública, que para castellanizar a los indios de manera general, creó la escuela rural y, en particular, implementó la llamada educación indígena, que quizá debió llamarse: la educación para indígenas, sin indígenas.


En los primeros años de la década de los 70, el proceso se llamó de diferentes maneras: alfabetización, castellanización, educación indígena; para lo cual mandaron a zonas rurales a profesores de zonas urbanas y, como vieron que no funcionaba –o no al ritmo que querían o esperaban– echaron mano de profesores “indígenas” previamente castellanizados. Como esto tampoco funcionó, la estrategia y el nombre cambiaron, pero el objetivo siguió siendo el mismo. Si afirmo lo anterior es porque lo viví, hace muchos años fui profesor de educación indígena.


Aunque ahora se podría afirmar que estamos frente a un “Estado garantista”, lo cierto es que la intención de castellanizar al “indio”, al portador de esos idiomas indígenas desde una visión occidentalizada, sigue vigente.


Hablar un idioma indígena ha sido un obstáculo para el desarrollo del país y no pocas veces escuchamos discursos que afirman que los indígenas han sido la causa del atraso del país y que la diversidad era una traba para el progreso. Por lo tanto, se “justificaba” la necesidad de mexicanizar al “indio”, ya que eso era lo único que permitiría la consolidación del Estado moderno.


Aunque ahora se podría afirmar que estamos frente a un “Estado garantista”, lo cierto es que la intención de castellanizar al portador de esos idiomas indígenas desde una visión occidentalizada, sigue vigente.

El discurso reciente de que los idiomas indígenas son importantes resulta paradójico por el mismo esfuerzo que se ha enfocado en combatirlos. La creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) tenía el objetivo de proteger y promover el uso de las lenguas nacionales porque la situación era, desde hace 20 años, grave. Se catalogaron varios idiomas con riesgos de desaparecer pero nunca se hizo el esfuerzo por reconocer a los que ya desaparecieron y explicar –reconocer– por qué desaparecieron.


Como mexica, cuyo idioma materno es el mexcatl –mal llamado náhuatl– me gustaría atestiguar que el Estado mexicano reconoce su papel y responsabilidad en esta problemática.


Ilustración por: Abigail Moreno Esqueda

Los diagnósticos en relación con la desaparición de las lenguas indígenas siguen siendo los mismos: muy alto, alto, mediano y no inmediato; es decir, ninguna se salva de estar en riesgo de desaparición[3]. Ante la falta de evidencias de que las desapariciones vayan en descenso, no resulta arriesgado afirmar que ni la ley, ni el Inali son suficientes para frenar la potencial pérdida de los idiomas indígenas.


Por otro lado, se ha considerado que traducir documentos oficiales es garantizar el acceso de los indígenas a los servicios del Estado, pero sin saberlo llevamos sus instrumentos de dominación a nuestras comunidades y a sus miembros. “Para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo”.


Ante este escenario: ¿es importante el uso de los idiomas indígenas? Sí, para el Estado, pero para los propios hablantes no resulta muy útil. La gran mayoría somos analfabetas de nuestro propio idioma y para escribir –sus instrumentos de dominación– hay que usar la grafía del colonizador.


Entonces, ¿es derecho de todo mexicano comunicarse en la lengua de la que sea hablante, sin restricciones en el ámbito público o privado, en forma oral o escrita, en todas sus actividades sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas y cualesquiera otras?


La restricción del uso de los idiomas indígenas –en el mejor de los casos– por parte del Estado mexicano y el capital mundial, anula la práctica en relación con la tierra y el territorio, pues “lo que se nombra, no existe”.

Las políticas sobre los idiomas indígenas no se limitan al Estado. La Unesco planteó el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas 2022-2032 –el cual es promovido por el Gobierno mexicano–, cuyo principal objetivo es: “garantizar el derecho de los pueblos indígenas a preservar, revitalizar y promover sus lenguas, e integrar los aspectos de la diversidad lingüística y el multilingüismo en los esfuerzos de desarrollo sostenible”[4].


Si tenemos en cuenta lo que ha pasado con los derechos de los pueblos indígenas en el mundo y en México en particular, no me queda duda de que, en 10 años se declarará una segunda década. Y ni la segunda ni la tercera serán suficientes.


El tema de fondo es contar con estrategias que de verdad garanticen su persistencia y prevalencia, en consideración con su alto valor cultural, histórico, espiritual y social. Los idiomas indígenas deben ser vistos como medios de comunicación y fuentes de conocimiento, ya que ambas funciones son determinantes para la prevalencia de los sujetos portadores y reproductores de esas lenguas “maternas” que conllevan conocimientos ancestrales, mismos que no deben perderse por su gran importancia para la humanidad.


En los idiomas hay conocimientos desconocidos –que la ciencia ha ignorado históricamente–, con ellos nombramos lo importante para nosotros los portadores, desarrollamos poesía y filosofía; contienen pensamientos y sentimientos. Al dejar de usar nuestros propios idiomas, morimos junto con ellos porque dejamos de nombrar lo sagrado, lo espiritual, lo importante para la vida. Abrazamos otro idioma que ha sido el mejor instrumento para despojarnos de lo vital y, sobre todo, ha sido la herramienta para el despojo.


La restricción del uso de los idiomas indígenas –en el mejor de los casos– por parte del Estado mexicano y el capital mundial, anula la práctica en relación con la tierra y el territorio, pues “lo que se nombra, no existe”.

Una herramienta colonizadora


Si usamos las lenguas sólo para traducir, ayudamos al Estado y a sus instituciones para penetrar nuestras comunidades. Contribuimos para que nuestros idiomas desaparezcan. Al traducir no escribimos lo importante desde y para los indígenas, nos convertimos en un vehículo para la castellanización. Dejamos de lado la principal acepción o motivación de la escritura: el conocimiento.


Ilustración por: Abigail Moreno Esqueda

Cuando escribimos no escribimos para los de nuestro idioma, escribimos para los no indígenas, que en la práctica, nunca han demostrado interés real o legítimo. La mejor muestra es el grado de castellanización que se ha logrado en los indígenas –es necesario, por cierto, hacer referencia a la connotación racista del término–, a quienes les dijeron que sus idiomas no servían para superarse y que debían abandonar el uso de su idioma y abrazar ciegamente el español, lo cual afirmo desde mi proceso de castellanización y alfabetización.


Con este contexto no es tan complicado entender por qué los últimos 100 años representan la etapa en la que más idiomas indígenas se perdieron o están en alto riesgo de desaparición. Aunque parezca contradictorio, porque según los últimos censos, el número de personas de más de tres años que se autodenominan indígenas subió a más de 23 millones, pero el número de hablantes disminuyó considerablemente2. ¿Se puede ser indígena sin hablar un idioma indígena? Sí, pero ¿cómo? A eso deberíamos responder al escribir.


Para qué (quién) sirve


Lo que debemos hacer, insisto, es escribir para rescatar el conocimiento propio que aún persiste en los sabios comunitarios y que las nuevas generaciones ya no conocen por haber perdido sus propios idiomas maternos.


He conocido a muchos que dicen ser indígenas pero que ya no hablan su idioma materno y que, incluso, acusan a sus padres de no haberles enseñado. Están tan enajenados que, en vez de identificar bien al verdadero responsable, culpan a sus padres por no haberles enseñado.


Pero muchos de ellos mismos han sido entrenados para negar su origen debido a la discriminación: son los renegados y conversos castellanoparlantes. Son, en el mejor de los casos, alfabetos funcionales.


Estas son sólo algunas ideas en torno a una problemática. Hay que dejar al tiempo –el más implacable de los juzgadores– la responsabilidad de las respuestas. Ya veremos qué ha pasado en 10 años, a ver qué tan importantes siguen siendo las lenguas indígenas.


Tlascamati.

Gracias.


 

Zósimo Hernández Ramírez

Mexica de Embocadero, Ilamatlán, Veracruz; hablante nativo del Mexcatl; profesor del Programa Universitario México Nación Multicultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); co-traductor de la Constitución Política en 2010 a petición del Senado en el marco de los 100 años de la Revolución y 200 de la Independencia.

 

REFERENCIAS


1 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. (Const). (2003, 13 de marzo). Artículo 9.

2 Inegi. (2022). Estadísticas a propósito del Día Internacional de los Pueblos Indígenas [Comunicado de prensa]. https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_PueblosInd22.pdf

3 Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. (2015, 31 de marzo). Las 364 variantes de las lenguas indígenas nacionales, con algún riesgo de desaparecer: Inali. https://www.inali.gob.mx/comunicados/451-las-364-variantes-de-las-lenguas-indigenas-nacionales-con-algun-riesgo-de-desaparecer-inali.html

4 Unesco. (2022, 28 de septiembre). Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas (2022-2032). https://www.unesco.org/es/decades/indigenous-languages https://www.unesco.org/es/decades/indigenous-languages.

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