Por: Miguel Lapuente
Para entender la crisis humanitaria de migración, me acerqué a los libros de Aviva Chomsky: Indocumentados. Cómo la inmigración se volvió legal y Nos quitan nuestros trabajos y 20 mitos más sobre la inmigración.
Lo que encontré fue un repaso histórico que explica las raíces de esta problemática y una contradicción en contra de los mitos que han sostenido el discurso antimigración. La leí durante el proceso de elaboración del contenido editorial de esta revista y en alguna junta con cierta reserva dije: “quisiera entrevistar a Aviva Chomsky”. Mis compañeros me contestaron como esperaba, con emoción e incredulidad: si podía entrevistarla se publicaría, si no, se quedaría como una de esas tantas ideas que no se llegan a concluir. Recurrí a esa herramienta capaz de presentarnos resultados ante una búsqueda tan abstracta como: “aviva chomsky contacto” y encontré, en la página de internet de la universidad donde imparte clases, un mail que llevaba la inicial de su nombre de pila y su apellido. “Chicle y pega”, pensé. Pegó.
¿Qué nos dice la historia sobre la actual problemática de migración?
En Estados Unidos muchas veces decimos que somos un país de migrantes, y en realidad lo que somos es un país de colonialismo de asentamiento. Somos un país hecho por colonizadores que llegaron con el propósito de eliminar y reemplazar una población nativa. Estados Unidos se creó en 1776 con la idea de ser un país de por y para los blancos, sólo ellos podían ser ciudadanos. Sin embargo, necesitaban una población de color para hacer el trabajo duro y esa población no tendría acceso a la ciudadanía ni a ninguno de los beneficios del nuevo país. Podían estar presentes físicamente, pero no formaban parte de él. Entonces, cuando decimos: “somos un país de migrantes”, tenemos que tomar en cuenta que históricamente eso no ha significado que somos un país abierto y multicultural. Después de la Guerra Civil, en 1868, se aprobó la decimocuarta enmienda, la cual creó por primera vez la posibilidad de que una persona no blanca pudiera ser ciudadana de Estados Unidos. También nació la ciudadanía por nacimiento, un concepto totalmente nuevo, además de una nueva ley de naturalización. Ya con la nueva ley, el ser blanco no fue la única manera de convertirse en ciudadano, la ciudadanía se abrió a las personas nativas de África. El problema es que esto sólo quedó en el papel, en realidad no había personas de África que estuvieran migrando para buscar el sueño americano, porque Estados Unidos no era un lugar para cumplir los sueños, era un lugar de esclavitud. En esa misma época empezaron a llegar otros migrantes de color, de China y México, y ellos no fueron incluidos a ese acceso de la ciudadanía. Abrir la ciudadanía a las personas de descendencia africana era una manera de reconocer cientos de años de esclavización, pero no de abrir la ciudadanía realmente. ¿A los mexicanos y a los chinos qué les pasaba? No podían ser ciudadanos, no eran ni blancos ni personas africanas, pero si tenían hijos en Estados Unidos, esos hijos iban a ser ciudadanos por nacimiento, eso creaba una contradicción legal porque racialmente no eran elegibles para la ciudadanía, pero podían acceder a ella a través del nacimiento. El Congreso de Estados Unidos no podía permitir eso, así que buscó dos caminos diferentes para los chinos y mexicanos: los primeros la decisión fue no permitirles llegar más, porque como son racialmente inelegibles para la ciudadanía, no podían dejar que tuvieran hijos en territorio estadounidense. Y ante la gran necesidad de mano de obra barata en el oeste y sur del país, la solución fueron los mexicanos, porque ellos son deportables. Esa fue la manera de no permitir que se hicieran de la ciudadanía a través del nacimiento. Claro que hay excepciones, hay muchos mexicanos que han llegado a ser ciudadanos, pero estoy hablando del gran sistema que crearon: permitirles el acceso a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, hasta 1965, con el fin de que trabajen en el campo durante el tiempo de cosecha, y luego ser deportados de nuevo a México, cuando su trabajo ya no era necesario. Creo que esa historia es muy importante porque ayuda a explicar las
leyes migratorias.
La ley o la falta de ella funge, a final de cuenta, como método de discriminación, se criminaliza para discriminar.
En 1965 se terminó con el Programa Bracero, la mejor manera de traer trabajadores deportables a Estados Unidos, y se impuso por primera vez un límite en el número de mexicanos permitidos para entrar al país: 20 mil al año. Fue la primera vez que se creó una cuota y eso le dio vida al sistema que tenemos ahora de ilegalidad. La mayoría de los 400 mil que cruzaban la frontera cada año se convirtieron en trabajadores ilegales llamados indocumentados: esa ilegalidad es como se empezó a criminalizar la inmigración y a justificar la explotación y la deportación. Era la época del racismo daltónico, ya no se podía ser racista explícitamente, sino daltónicamente, criminalizando a las personas de color y discriminándolas por criminales, no porque fueran personas de color. Y con el tiempo, aumentó la criminalización con nuevas leyes, con nuevas políticas, con nuevos proyectos mediáticos. Donald Trump no es el primero en usar este método, es algo que se ha desarrollado con presidentes tanto demócratas como republicanos. Un momento importante se dio en la presidencia de Bill Clinton, cuando propuso una ley en 1996 que creaba nuevas categorías de criminalización para los migrantes y justificaba un aumento en la deportación. Barack Obama, por cierto, también contribuyó en este proceso.
¿Quiénes son los beneficiados de este sistema?
Diferentes sectores de la economía: desde los 70 empezó una desindustrialización en Estados Unidos, pero también se han creado muchos sectores nuevos que están muy ansiosos de mano de obra barata, como la preparación de comida rápida, cuidados de niños y ancianos; jardinería, reparto de periódicos y las fábricas de pollos. También están los viejos sectores que todavía necesitan y dependen de esa mano de obra barata, como la agricultura en California. Otros aspectos son los tratados de libre comercio, los cambios a las leyes domésticas, y en las relaciones de intercambio: la creación de fábricas norteamericanas en México, las llamadas maquiladoras. Es una industrialización basada hacia fuera, donde el capital llega del extranjero, se aprovecha de la mano de obra barata y se exporta. Claro, también las ganancias se exportan. Es una nueva forma de extractivismo.
En los 90 se vio el impacto en los sectores agrícolas mexicanos del sur, que llevaban muchos años protegidos, casi desde el principio del siglo XX, con sus tierras, con los precios y el sostenimiento de la agricultura a través de ayudas gubernamentales. Ahora el maíz de la gran agroindustria es exportado a México, y muchos migrantes vienen de esos sectores del campesinado desposeído. Es una parte del nuevo orden económico neoliberal.
¿Qué implicaciones tiene la política de deportación masiva?
Primero que nada en las familias. No hay ninguna persona deportada que no tenga familia. Y si queremos hablar sobre esto, no debemos aceptar la idea de que Trump lo inventó. El gobierno de Obama tiene mucha responsabilidad, con él subió la deportación a niveles muy altos. Por otro lado, se puede hablar del teatro que se hace, y cuando digo teatro me refiero a Obama y Trump, que buscan apoyo con la idea de estar protegiendo al país e imponer la ley para demostrar la fuerza del país, y a ellos como los representantes de esa fuerza. También están las ganancias económicas de la industria de la detención y deportación, así como los beneficios que se derivan de un ambiente de terror generado por las deportaciones masivas, ya que los migrantes pasan a ser más explotables. Deportar a todos los migrantes no ayudaría a las compañías, las destruiría, pero el utilizar la amenaza de la deportación aumenta el poder del empleador sobre sus trabajadores.
Parte del sentimiento antiinmigrante proviene de la idea de la inviolabilidad de la ley y la repulsión ante el crimen que estos cometen cuando violan la ley de migración. Esto es algo muy arraigado en el discurso público. Incluso se relaciona con el tema del terrorismo, este discurso, este argumento, ¿tiene algún sustento?
No lo tiene. Si se habla de la criminalización en términos generales, las tasas de criminalidad entre las comunidades inmigrantes realmente son más bajas que las de las comunidades domésticas. Eso se ha comprobado en muchísimos estudios.
La gran mayoría de las masacres de gran escala en Estados Unidos son cometidos por hombres blancos nativos, y los del ataque terrorista del 9/11 no eran mexicanos. Sí eran extranjeros, no eran hombres blancos nativos, pero tampoco eran mexicanos. Lo interesante en ese caso es que todos habían entrado a Estados Unidos legalmente con visa. La idea de que es mayor la probabilidad de que alguien cometa un crimen porque no tiene documentos carece de sentido.
¿Qué lectura le das a las caravanas migrantes, la posición de Donald Trump, su uso político y todo lo que ha detonado?
Casi todas las personas vienen de Honduras y la mayoría no son migrantes económicos, vienen huyendo por la situación de violencia, inseguridad y caos en su país. Estados Unidos ha tenido un gran papel en crear ese problema. Uno de los objetivos de la política estadounidense hacia Centroamérica ha sido facilitar el acceso a la tierra y a la mano de obra barata para las multinacionales. Las intervenciones militares de Estados Unidos vinieron cuando la población de esos países protestó en contra de esas políticas. Un caso es la intervención en Guatemala en 1954, cuando los grandes temas eran los derechos de los trabajadores y campesinos. Cuando el gobierno guatemalteco empezó a favorecer los intereses de los trabajadores y campesinos guatemaltecos por encima de las multinacionales, Estados Unidos intervino para hacer un golpe militar y derrocar al Presidente. En los 80 ganó la revolución en Nicaragua y surgieron movimientos revolucionarios en Guatemala y en El Salvador, que tenían como fin empoderar a la población campesina y a los trabajadores con los propios recursos del país, y eso significaba no empoderar a las multinacionales. Estados Unidos terminó por aplastar a
los movimientos sociales y ayudó a gobiernos que se comprometieron a cuidar los intereses de las multinacionales. Algo parecido sucedió en Honduras en 2009: Estados Unidos intervino para derrocar a un presidente democráticamente electo para volver a imponer el orden económico, porque Miguel Zelaya estaba promoviendo la redistribución de los recursos del país entre los mismos habitantes, sobre todo a los campesinos. Estados Unidos no quería eso, entonces con Hillary Clinton como Secretaria de Estado derrocaron al gobierno para imponer el modelo salvajemente neoliberal, como en todo Centroamérica y México, con el pretexto de la guerra contra las drogas para invadir a ese país con armas que utilizan en contra de la población. Una cosa interesante es que en
los últimos 10 años se ha reducido la inmigración mexicana, y eso es porque la mayoría de esa migración es económica y la economía de México mejoró a la par de la crisis estadounidense; también la tasa de nacimientos disminuyó. En cambio, los números de migrantes centroamericanos siguen aumentando porque no es una migración solamente económica, es una migración de refugiados, personas que están huyendo de la situación de guerra que nosotros los estadounidenses hemos creado en sus países.
México también tiene otro rol en todo esto y se dice que es el hacer el trabajo sucio de Estados unidos.
Para mí la gran pregunta es: ¿Hasta qué punto quiere cambiar esa sumisión de las políticas mexicanas hacia sus jefes norteamericanos el nuevo Presidente? Entiendo muy bien que tienen poco margen de maniobra, entonces sigue siendo una pregunta abierta. Han dado señales de querer hacerlo, pero México no tiene los recursos necesarios, sobre todo en la frontera norte, donde Estados Unidos ha cerrado las puertas para las personas que están pidiendo asilo. México no tiene los recursos para cumplir las necesidades de tan grandes poblaciones, pero tampoco tiene la responsabilidad histórica de hacerlo. Estados Unidos sí tiene la responsabilidad histórica.
Me queda la sensación de que este problema, entre todas las aristas que tiene, es en gran parte, un problema de retórica.
La retórica y el uso del lenguaje tienen un papel importante, pero para mí la raíz es económica. La retórica se usa para esconder los intereses económicos que están detrás. Sí es muy cierto que en los medios, los políticos manipulan la opinión pública a través de la retórica, pero puedo decir que tienen sus propios intereses económicos, o sea, si son personajes mediáticos lo que quieren es que la gente los vean. Eso es una parte, pero
la otra es todo lo que vengo diciendo que contribuye a la capacidad de explotar mano de obra barata, tanto aquí como en México y Centroamérica. Son intereses económicos de los grandes sectores agrícolas, industriales y financieros dentro de Estados Unidos, los cuales se benefician de mantener su mano de obra dividida por raza, identidad, país y etnia.
Ante este panorama, ¿podemos hacer algo o de plano es imposible cambiar las cosas?
Necesitamos educación, cambiar las narrativas, interrogar qué está pasando y por qué. No voy a hablar sobre lo que se debe hacer en México porque yo me enfoco en Estados Unidos, esa es mi trinchera, y sí tenemos que luchar profundamente para cambiar las políticas de este país y cambiar el sistema económico. Estuve en un evento de la Universidad hace poco y mirando a los jóvenes me pregunté: ¿en qué mundo están creciendo? Ojalá este sea el momento en el que podamos hablar de los cambios profundos que realmente tenemos que hacer.
Fotografías: Robert Hickerson, Humberto Chavez, Florian Hahn