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El pasado de dos mujeres. Novelas autobiográficas en la literatura del noreste mexicano


 

Ilustraciones: Paloma Valdes Ayala

Por: Griselda Zárate


¿Cómo se escriben los recuerdos? Esos que murmuran a la distancia; esos que nos acercan a vivencias importantes, como el primer beso, la mirada de los padres, las aventuras juveniles, los triunfos, los viajes, las decepciones, las rupturas amorosas; en fin, todo lo que llamamos vida. ¿Cómo se narran todas las sensaciones que la memoria guarda, y que muchas veces la memoria misma reconstruye sin considerar la realidad? ¿Cómo se narran los recuerdos que escapan del ámbito personal, que se inscriben en la colectividad, en los eventos históricos, en esos hechos que se presencian y que cambian el rumbo de un país, que tocan el umbral de la narrativa testimonial? ¿Cómo dar forma a los recuerdos a través de la escritura y el frágil tamiz de la memoria? 

En la literatura mexicana del noreste, un subgénero literario que ha dado voz a esos recuerdos es la autobiografía, como un camino de ficcionalización de la realidad en la producción literaria de mujeres. Dos ejemplos vienen a mi mente: Celia Treviño Carranza (1912-1982) y Leonor Villegas de Magnón (1876-1955), escritoras que se valieron de la narrativa autobiográfica para relatar sus propias historias. Si bien no son parte de este escrito, cabe mencionar como parte del panorama de la literatura de mujeres del noreste, a las activistas neoleonesas Andrea Villarreal (1881-1963) y Teresa Villarreal (1883-1949), quienes fueron omitidas por la sencilla razón de que su escritura se enmarca en otro tipo de textos discursivos, como artículos periodísticos y discursos orales.

Celia Treviño Carranza (1912-1982)

La novela autobiográfica Mi atormentada vida[1] de Celia Treviño Carranza, publicada en 1958 en México por Editorial Jus, se consigue actualmente a través de una plataforma de Internet, a un precio que fluctúa entre los 500 y mil 500 pesos. Es una novela de 622 páginas que puede ser leída con agilidad, a pesar de su extensión. Contiene, además, otros textos discursivos, como diarios de viajes y cartas, que narran los acontecimientos de la escritora y los de su hija Cristy, en la última parte del libro. La obra incluye un gran número de fotografías que documentan la narración de un tono emocional, tanto por el tipo de lenguaje que utiliza, con profusión de adjetivos –empezando por el título Mi atormentada vida–, como por las vivencias y experiencias de la autora y la voz narrativa. Es interesante la adopción de la primera persona como forma de enunciación narrativa durante todo el texto, al cual dota de gran lirismo. Treviño Carranza escribe desde la voz narrativa del yo, recurso inusual en la narrativa autobiográfica de mujeres y, en general, entre la producción literaria femenina de la época, que se distingue por adoptar casi siempre la tercera persona narrativa. Originaria de Monterrey, Nuevo León, pero criada posteriormente en San Antonio, Texas, Celia Treviño Carranza se encuentra entre dos tierras y dos cosmovisiones culturales: por un lado, la mexicana y, por otro, la estadounidense. Ambas se hacen evidentes durante la lectura, y pudieran explicar la enunciación narrativa en primera persona; ese yo que permea toda la novela. 

Los mexicanos exiliados en Estados Unidos durante los años de la Revolución mexicana (1910-1921) formaban un grupo heterogéneo. Entre ellos se encontraba Ignacio Lozano, originario de Nuevo León, quien acuñó el concepto del “México de afuera”. Detrás de este término se encontraba el imaginario cultural conservador de la élite del Porfiriato; la idea de que ellos –en ese momento situados en el extranjero– conformaban el México auténtico.  Vieron la necesidad de abandonar el territorio nacional por la turbulencia e inestabilidad política que causó el conflicto bélico. Muchas familias de la alta sociedad mexicana se establecieron en varias ciudades de Estados Unidos, como San Antonio, Texas. Una de ellas fue la familia Treviño Carranza, de hondo raigambre en el noreste mexicano (Nuevo León y Coahuila). Los padres de la escritora, Ángel Treviño Zambrano y Celia Carranza Cepeda, decidieron separarse, y su madre se estableció en la ciudad texana, tanto por la situación política del país como por motivos matrimoniales. Allí había mandado construir una residencia de estilo colonial norteamericano y se había mudado con sus pequeñas hijas, Gloria (1909) y Celia (1912) –nacidas en Monterrey– y, posteriormente, también el hijo menor de la pareja, Héctor (1915).

Ilustraciones: Paloma Valdes Ayala

En las páginas iniciales de la novela toman vida esos recuerdos de la infancia de la autora en San Antonio. Era su paraíso, y el de sus hermanos, el cual, sin embargo, tenía siempre la sombra de la ausencia de su padre, y el significado del silbato del tren, que auguraba sus visitas y partidas. Años después, la autora toma el símbolo del silbato del tren y entrelaza esos recuerdos infantiles, alegres y a la vez dolorosos, con sus propias partidas a los escenarios como mujer adulta. No solo eso: sus páginas describen ese viaje a los recuerdos de la niñez y la adolescencia; y, al mismo tiempo, hacia los viajes reales que efectuó la autora como concertista. El texto mezcla las aventuras de la autora por alcanzar sus destinos, sus peripecias y desatinos, buscando la oportunidad de tocar el violín en escenarios extranjeros, de América del Sur, África y Europa. Así mismo, narra los desafíos que afrontó para conseguir sus hazañas. En el transcurso del viaje, entreteje los hilos de un texto autobiográfico, adoptando a veces el tono narrativo de los grandes relatos de viajes de la antigüedad: narra, entre otras cosas, cómo tuvo que andar de polizón en un barco petrolero en Puerto México –actual Coatzacoalcos, Veracruz–, ya que estaba prohibido que mujeres subieran a esos barcos; también relata los obstáculos que enfrentó para reunir los recursos que le permitieron trasladarse a Europa a tocar el violín. Un viaje que tuvo lugar a inicios de la Segunda Guerra Mundial. Entre otros escenarios internacionales, describe cómo conoció al rey Fuad I, y cómo tuvo la oportunidad de dar un concierto en El Cairo, Egipto, a principios de 1939.

Leonor Villegas de Magnón (1876-1955)

De una generación anterior pero nacida en una familia de la élite del Porfiriato, Leonor Villegas de Magnón fue educada en San Antonio, Texas, y en Nueva York. La autora escribió dos versiones autobiográficas, La rebelde, y The rebel. Nació en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en 1876, y murió en 1955 en la Ciudad de México. En La rebelde[2], sin embargo, se infiere que la protagonista nace en la ciudad de Matamoros. Leopoldo, su hermano mayor, nace en Corpus Christi, Texas; ella en Tamaulipas; su hermano Lorenzo, en Cuatro Ciénegas, Coahuila, y Lina, su hermana menor, en San Antonio, Texas.

A grandes rasgos, la narración en ambos textos se centra principalmente en los recuerdos de la protagonista alrededor de los hechos acontecidos entre 1913-1920, con especial énfasis en el papel de la Cruz Blanca Constitucionalista: de marzo de 1913, en Laredo, Texas, hasta la entrada triunfal de esta organización humanitaria a la Ciudad de México, en septiembre de 1914, como parte de las fuerzas constitucionalistas de Venustiano Carranza. En este sentido, se observa que Villegas de Magnón no forma parte del México de afuera, a pesar de ser parte de la alta sociedad mexicana; la narrativa se desarrolla durante los años de la Revolución mexicana, a ambos lados de la frontera entre México y Estados Unidos. Las dos versiones autobiográficas se distinguen en los aspectos culturales adoptados para los lectores de cada país, además de la obvia diferencia del uso de una lengua diferente, español e inglés.

 El camino hacia la publicación de los dos textos fue una aventura en sí misma. La primera versión de la novela La rebelde posiblemente fue escrita antes de 1920 de acuerdo a una carta del presidente Venustiano Carranza, fechada el 9 de febrero de 1919; el texto en inglés, The rebel, probablemente se elaboró en los años cuarenta. Las dos versiones –en español e inglés– fueron rechazadas para su publicación en más de 26 ocasiones por distintas casas editoriales, tanto en Estados Unidos como en México, entre 1920 y 1955. Leonor Grubbs, hija de la autora, prosiguió con los esfuerzos de publicación a partir de 1955, año de fallecimiento de Villegas de Magnón. En una carta fechada el 9 de julio de 1959 de Antonio Díaz Soto y Gama, del entonces Instituto de Estudios Históricos de la Revolución mexicana, se menciona que se rechazaba la publicación de La rebelde por tratarse de un texto narrativo novelado en lugar de un texto académico[3]. La novela The rebel se publicó finalmente en 1994 por Arte Público Press bajo los auspicios del programa internacional Recuperación de la Herencia Literaria Hispana en Estados Unidos; mientras que en español se publicó hasta 2004 en una coedición de Arte Público Press y CONACULTA. 

¿Cómo dar forma a los recuerdos a través de la escritura y el frágil tamiz de la memoria? En la literatura mexicana del noreste, un subgénero literario que ha dado voz a esos recuerdos es la autobiografía, como un camino de ficcionalización de la realidad en la producción literaria de mujeres.

La mirada rebelde en los dos textos adopta la voz narrativa de la tercera persona, con el fin de distanciarse objetivamente de los hechos. La protagonista es La Rebelde, de quien parte toda la narración. Se relatan algunos recuerdos de la autora, situados a finales de siglo XIX: desde su nacimiento hasta el cierre del conflicto armado revolucionario; así como aspectos culturales que son propios de la vida de frontera cultural entre México y Estados Unidos, incluyendo el papel de la comunidad hispana que reside en el sur estadounidense –en especial el activismo femenino–. Hay varias mujeres activistas que traspasaron la frontera cultural entre México y Estados Unidos a finales del Porfiriato y durante la Revolución mexicana. Pueden mencionarse, además de la escritora Leonor Villegas de Magnón (1876-1955), a Andrea Villarreal (1881-1963) y Teresa Villarreal (1883-1949), de Lampazos, Nuevo León, a Jovita Idar (1885-1946), de Nuevo Laredo, Tamaulipas, y a Sarah Esthela Ramírez (1881-1910), de Saltillo, Coahuila.

Ilustraciones: Paloma Valdes Ayala

Un elemento a destacar es –como en la novela de Celia Treviño Carranza–, la documentación fotográfica de los hechos narrados en la autobiografía. En el caso de Villegas de Magnón, el texto en inglés menciona –dentro del propio hilo narrativo– la contratación del fotógrafo Eustacio Montoya por parte de la protagonista, con el fin de registrar las actividades de la Cruz Blanca Constitucionalista y la aseveración de que las fotografías constituyen un respaldo histórico.[4]

Los recuerdos se concretan en la narrativa autobiográfica a través de la voz en tercera persona para relatar que cuando estalló la Revolución mexicana, en noviembre de 1910, la protagonista y sus hijos no pudieron regresar a México y debieron permanecer en Laredo, Texas. Allí La Rebelde se unió a la Junta Revolucionaria y tuvo reuniones en la Imprenta Idar con los constitucionalistas Clemente Idar y Carlos S. Fierros, y también Jovita Idar y Elvira Idar. También allí surgió la idea de organizar a las mujeres hispanas en una asociación para apoyar a la causa.

En principio, esta organización cívica se trataba de Unión, Progreso y Caridad. La voz narrativa menciona el papel de la protagonista, La Rebelde, como su presidenta; y, al mismo tiempo, su preocupación por no violar las leyes internacionales, al convertir esta organización en una asociación benéfica: su propósito era apoyar a las personas heridas de ambos lados de la frontera.  Hacia 1913, la autora dirige la Cruz Blanca Constitucionalista a petición del general Pablo González, cuyo antecedente era la organización de la Cruz Blanca Neutral, fundada por Elena Arizmendi, en 1912. En el texto autobiográfico hay una fotografía mostrando a la escritora con la bandera de la Cruz Blanca Constitucionalista.

Hacia el final de la novela, se menciona que la autora obtiene el reconocimiento como veterana de la Revolución mexicana; para tal efecto, obtuvo las recomendaciones de los generales Pablo González y Antonio I. Villarreal; una fotografía de Villegas de Magnón con las medallas de veterana ilustra la narrativa. Como colofón del texto autobiográfico, en las dos versiones la voz narrativa subraya el papel desempeñado por las mujeres durante la Revolución mexicana en ambos lados de la frontera.

Hay varias aproximaciones para cruzar el umbral de la memoria en la escritura autobiográfica de la literatura de mujeres del noreste de México. En Mi atormentada vida, de Celia Treviño Carranza, los recuerdos se escriben a través de una narrativa personal, íntima, con la guía de la voz enunciadora en primera persona, la cual otorga un cariz de profunda emoción. En La rebelde y The Rebel, de Leonor Villegas de Magnón, los recuerdos se construyen mediante la narración en tercera persona y en dos lenguas diferentes, yendo más allá de la esfera personal, con el fin de relatar las experiencias de la autora durante la Revolución mexicana. Ambas autoras utilizan el subgénero literario de la autobiografía como un medio para ficcionalizar sus propias vivencias, en una época en que la escritura no era fácil para las mujeres.


 

Griselda Zárate

Doctora en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura y Discurso (ITESM); profesora investigadora del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel 1, de CONAHCYT. Catedrática de la Facultad de Humanidades en la Universidad de Monterrey.

 

REFERENCIAS


1 Treviño Carranza, C. (1958). Mi atormentada vida. Cd. de México: Jus.

2 Villegas de Magnón, Leonor. (2004). La rebelde. Recuperación de la Herencia Literaria Hispana en Estados Unidos. Houston: CONACULTA / Arte Público Press.

3 Lomas, Clara. (2004). Introducción en La rebelde de Leonor Villegas de Magnón. Recuperación de la Herencia Literaria Hispana en Estados Unidos. Houston: CONACULTA / Arte Público Press.

4 Villegas de Magnón, Leonor. (1994). The Rebel. Recovering the U.S. Hispanic Literary Heritage. Houston: Arte Público Press.

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